La (Re)copa que les falta
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La sintomatología de irse haciendo mayor, al margen de levantarse a abrir la puerta cuando suena un timbre en la tele, es esa chanza de que todo molesta. Pero si hay algo que me molesta son los argumentos vacíos, chirles y hebenes.
Por eso no sé si soy más o menos mayor pero a raíz de la eliminación de los de la Castellana en Champions he oído decir que sus primeras Copas de Europa no valen. Lejos de ser quien les defienda, les insto a que no lo hagan. Por una historia que, a los noveles, les sonará lejana.
Más allá de Roures, hubo un tiempo en el que el fútbol entre semana también era una constante. Los jueves se jugaba una de mis competiciones favoritas: la Recopa de Europa. Para mi tiene ese aliento especial de que esa copa, el trofeo en sí, guarda un asombroso parecido con la iconografía que uno tiene por copa, alejado del “diseño de bloque comunista” que gasta la actual Europa League. Pero guarda un aliento aún más especial: el hecho de que la jugaran los diferentes campeones de Copa de los países europeos; una competición –a su manera- especial.
En 1962, tres años antes de que mi madre naciera, el Atlético de Madrid, junto a otros 23 equipos iniciaría la travesía hasta una final contra la Fiorentina disputada en Glasgow…y en Stuttgart. Jones, Mendoça y Peiró llevarían a las vitrinas del coliseo rojiblanco una copa que los jóvenes visitantes del Museo del Atlético de Madrid se preguntarán por qué ocupa un lugar privilegiado. En el 63 y, tal y como le pasara a Fiorentina en el 62, el Atlético también llegaría a la final y como los italianos, la perdería. Aunque eso no nos ocupa: la Recopa tendría para siempre ese especial olor de la victoria en el 1962.
Por eso os cuento un secreto ahora que nadie me lee: cuando les digáis a los vecinos lo de las Copas de Europa no les digáis las que les sobran, decidles la que les falta. Por mucho que pataleen, esa ya no la consiguen.
Darío Novo y A.Briega
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