Le pasó al final de la Liga como
a las decisiones 2.0 de la democracia: que era sabido el fin.
No le quitaba del morbo, claro.
Imagínense un error informático, una ausencia de Luis Suárez o qué se yo ¡un eclipse de sol y luna a la
vez!
Acabó todo como empezaba lo que
corroboraba que el 'pacto de los botellines' no era el único pacto de los días
atrás toda vez que el Granada venció en Sevilla. "Todo el mundo se ocupa
de los proletarios de blusa. De los proletarios de levita, en cambio, no se
acuerda nadie... Yo no creo que nadie se ocupe de los proletarios de blusa más
que ellos mismos. En cuanto a los proletarios de levita, ¿cómo no vamos a pasar
inadvertidos, si no se nos conoce? ¿Cómo van a fijarse los gobiernos en el
proletario de levita si el proletario de levita viste de americana?".
Ahora los que se jugaban el
descenso han deseado no llevar levita ni americana, no sea que no pasen
inadvertidos. A fin de historias la permanencia no es una cuestión de ingresos
sino de gritos al cielo como los muchachos levantinistas que se consagraban
tras su descenso hacía tiempo, a plantar cara al Atlético de Madrid.
La Liga se marcha y lo mejor de
ella es que se ha convertido en una Liga de números y palabras, el sueño de
Chomsky. De aquella matemática lingüistica, de la que Carmena discrepará por
razones obvias, viene a plantearse la expresión cómoda. Dentro de aquella
situación cómoda, la Liga que hoy conocemos comenzó a volverse fútbol.
De eso hace dos años y el pobre
Noam ni siquiera ha mirado la televisión. Carmena la habrá empeñado. Y mientras
tanto, dos madrileños jugándose la orejona.
Darío Novo
0 comentarios:
Publicar un comentario