¿Cómo va todo por allí arriba?
Aquí hemos empezado por madrugar que es la mejor manera de
vivir los sueños que, de un tiempo a esta parte, vivimos mejor despiertos.
Fíjate cómo será la locura que hasta mamá me pregunta por el
Atleti y por cómo puede caer eliminado el Madrid, pero esto último te lo cuento
bajito que es un secreto. Hace unos días cenando me decía que era normal que
fuera del Atleti ya que no era más que una barriga cuando pisé el Calderón por
vez primera.
Supongo que allí también estaréis disfrutando lo vuestro,
que es lo mismo. Por estos lugares ha empezado a surgir una especie de fiebre
rojiblanca a la que todo el mundo se arrima. La motivación de Simeone se
estudia en las Universidades que debe ser lo único que se estudia. También hay
tontos, claro. De hecho si el escáner de los aeropuertos españoles detectara
tontos, el número de viajeros descendería en un 50%. O más. Dicen que no
jugamos a nada; antifútbol lo llaman. Yo les miro y sonrío con una breve mueca
pensando en su desencanto, su sopa fría al llegar a casa, su wasapp sin
notificaciones.
Sabrás que nos acordamos mucho de ti en todos los momentos:
en los éxitos -que van llegando- y cuando hay que mirar para arriba para
cualquier cosa. Estos días del Atleti son especiales y también nos acordamos.
Como en el gol de Simeone, el gol de Kiko, el de Pantic, el de Forlán, el de
Godín, en fin, esos días.
Hace tiempo que corre por el Calderón una frase que habla
del sentimiento transmitido de padres a hijos y sentía un poco el deber como
hijo de darte gracias por él por ser parte contratante. Es una herencia
invalorable y fuera de toda ley que nos dejasteis y que defendemos y
defenderemos con uñas y dientes.
Ya sé dónde verás el partido, no hace falta que me lo digas.
El tercer anfiteatro estará hoy de gala para vivir uno de los días más
importantes de la historia del Atlético de Madrid. Al acabar el partido,
ganemos o perdamos, miraremos al cielo y no os veremos porque físicamente no
estáis aunque nunca nos faltéis en el recuerdo.
Da abrazos por allí arriba, papá, y quédate con el que será
el segundo más grande. El grande de verdad prometo mandártelo desde Milán.
Darío Novo
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