Observaba Ussía cierta euforia entre sus amigos atléticos.
-La vida es muy dura, y en ocasiones, injusta.
Dice mi admirado Alfonso. Y así es. Es el grito de un
madridista -de los grandes- a una realidad que desde el prisma colchonero
empieza a vislumbrarse como veíamos aquellas películas que iban después del
boxeo en el Plus cuando éramos tan jóvenes, que veíamos ese cine sin tener
dinero para la cuota de la plataforma de PRISA.
El Atlético de Madrid busca definir su historia que se
escribe en círculos concéntricos sin un centro claro. De ahí que Milán haya
servido para señalar un total y perder los parciales por el camino. La historia
ha pasado de jugarse partido a partido a jugarse final a final y así no hay
manera.
A esa euforia "háganle caso, pero poco" que diría
Camba.
El trabajo, en la España de los 4.791.400 parados, no es una
cuestión de privilegios sino del 'no quedan más cojones'. Por ello, las
llamadas a la testiculina del Cholo no son más que una inflexión dentro del
fútbol que, como indicaba Orfeo Suárez en El Mundo, no hay que acabar
creyéndose del todo o empezar a creerse siquiera porque puede uno acabar
encerrado en una trampa mortal de esas de las películas de Saw en las que, se
mueva uno como se mueva, acaba hecho trizas.
Por eso el discurso de la euforia hay que entenderlo como de
lejos, como una celebración, como si los muchachos del Manzanares se hubieran
subido a la plataforma en movimiento del 'Cámbiame' y les hubieran dicho que
adelante, que los maqueaban, que tienen algo.
El algo es precisamente lo que guarda este Atlético de
Madrid. No son, fueron ni querrán ser pose. Últimamente se gana casi siempre
pero las derrotas forman parte del juego que hay que admitir sin buscar excusas
del todo a cien. Hagánme caso. Decidan si mucho o poco.
Darío Novo
0 comentarios:
Publicar un comentario