Pasar una semana lejos del fango de la política española
desentrena los músculos pero renueva los tendones del espíritu. Hace dos noches
conversaba bajo el cielo de Norteamérica con mis compadres Yisus Ramírez,
Alvarito Martín y Javi, el Vascomaño de Mirasierra, en un aparcamiento de
autocaravanas a las afueras de Louisville, tirados encima de unos divanes de
gomaespuma arrancados de los asientos de nuestra 'roulotte'. David, Juan y
Alicia se habían rendido. Los cuatro supervivientes teníamos una concentración
de bourbon en sangre que superaba con creces los números de 'OkDiario'.
En estas trasegábamos cuando se acercaron unos tipos de
Minnesota y se sentaron a nuestra vera en el asfalto. El Vascomaño de
Mirasierra, que es aficionado al montañismo, quiso preguntarles por los parques
nacionales pero se le tropezaba el inglés con la lengua amorcillada. Los
minnesotos traían bolsas de pretzels, preguntas ingenuas y botellas de licores
dulces para demostrarnos lo que ya suponíamos tras varios días de 'road movie'
por Kentucky: que el espíritu americano se ahoga bajo paletadas de azúcar,
prejuicios y glutamato. Muy lejos, en España, Twitter ardía por el
enfrentamiento entre Inda, Sardá y Bescansa en el plató de 'La Sexta Noche'.
Mi viaje por Estados Unidos ha sido una inmersión en la
grasa que inunda el país más próspero de Occidente. Los dos americanos del
'parking' nos hablaron de las armas que portan siempre para sentirse seguros a
nosotros, que la noche antes habíamos dormido en una 'roulotte' desprotegida en
el 'parking' de un Wall Mart. Luego hicieron comentarios hirientes y
despectivos sobre España. Yisus Ramírez, el hombre más simpático de la tierra,
dejó de contestar para no soltarles una fresca, y a mí me hubiera dado el
arrebato patriótico de no ser porque, como Bogart en 'Casablanca', soy más
borracho que español y a los ibéricos se nos había acabado la bebida.
Juan Soto Ivars
El Confidencial
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