Cagnes-sur-mer-Marsella (228,5 km)
Y a la quinta llegó la vencida. Ni con los trazados
escarpados en su final, el Tour logra romper la esencia de esos sprints finales
en los que, quien más o quien menos, hacemos de riñones desde el sofá. A
Cavendish (Omega) no le hizo falta siquiera eso. En la primera llegada en llano
demostró por qué ha sido Campeón del Mundo así y lleva 24 victorias de etapa en
su paso por la ronda gala. No tuvo rival. Sus sombras, Boasson Hagen (Sky) y
Peter Sagan (Canondale) no pudieron en ningún momento con el británico tan
líder en estos menesteres, como dejado para los deberes naturales de la
carrera. Como es necesario –siempre- un poco de chauvinismo, diremos también
que dos corredores españoles estuvieron entre los diez primeros. Las dobles
jotas, Juanjo Lobato (Euskaltel) y José Joaquín Rojas (Movistar) fueron séptimo
y noveno, respectivamente. Tan cerca, tan lejos.
El día discurrió con la normalidad de toda etapa que supera
los 200 kilómetros: tedio, aburrimiento y escapada que finalmente no fue. El
único revuelo en meta lo causaban los fotógrafos japoneses. Y es que, aun, nos
sigue extrañando ver corredores japoneses en el Tour. Yukiya Arashiro
(Europcar) formaba parte de la escapada junto a Lutsenko,de Gendt, Kevin Reza y
Delaplace y Sicard, que cayeron cuando aún restaban 50 kilómetros para meta.
Pero la ilusión de fotógrafos, corredor y un país se desmorona como se
desmoronan estas escapadas de los anteriormente nombrados días tediosos: meta a
la vista.
Nipones y sprints aparte, que ya es mucho decir, dos
caídas volvieron a ser las imágenes aéreas del día. La primera de ellas, sin apenas importancia,
lanzó a unos ciclistas a la cuneta mullida a 50 de meta. La segunda, sin
embargo, chocaría en suelo, de último kilómetro en concreto. La montonera fue
tan grande, que temimos ver caras conocidas por aquello de la estadística. Pero
hubo suerte para los nuestros. Por allí vimos a Pierre Rolland y al actual campeón
del mundo, Philippe Gilbert. También vimos a algún Saxo y temimos lo peor antes
de poner la radio y escuchar las tranquilizadoras palabras de Contador
felicitando al equipo por haber evitado las dos caídas, las suyas, que a fin de
cuentas, nos interesa chauvinísticamente.
Darío Novo
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