El Corroboree es un baile con el que los australianos
deleitan a los afortunados que visitan el país oceánico. El adoptar un rito
como el baile, no escapa de la común realidad del deporte en Oceanía: solo hay
que recordar el terrible Hakka de los All Blacks. Un poco de Hakka y un poco de
Corroboree tuvo ayer la victoria del Orica GreenEdge en la contrarreloj por
equipos de 25 kilómetros que transcurrió por un paisaje idílico de Niza. Lo
hizo con una victoria bajo la bala que supone el tiempo que dura un segundo.
Piensen que mientras leen esta frase, hubieran perdido la crono.
Ganó por encima del principal favorito el Omega. Un equipo
este de completos rodadores entre los que destaca Mark Cavendish, adaptado
perfectamente a este tipo de recorridos llanos y veloces. Tan veloces que,
ayer, se batió el récord histórico de las tres grandes vueltas en cualquier
crono por equipos jamás cronometrada: 57,8 kilómetros por hora. Casi nada. Si el
récord lo ostentó hasta la llegada del Orica el Omega, fue culpa de Tony
Martin. Nos lleva a brindar por él que fue el damnificado de la caída del
primer día en la que también se vio envuelto Alberto Contador. El Panzerwagen
se puso el mono de faena en su dolorido codo y puso a su equipo a rodar a ritmo
de motocicleta. Superado el percance y con la vista puesta en seis días, habrá
que ver si el de contrarreloj por equipos no es el único récord que se bate.
La otra noticia del día fue que Contador solo perdió seis
segundos con Froome, o el Saxo Skinoff seis segundos con el Sky para los más puristas.
Unido al resto de resultados de los equipos españoles ( el Euskaltel perdió
1:24 y el Movistar 19 segundos) y la excepcional crono de Kathusa de Purito,
llegaremos a dos conclusiones. La primera es que lejos quedaron aquella época
de los 90 en que estas pruebas eran una criba para los intereses hispanos. Y
dos, que hemos de hallarnos agradecidos de la reducción de distancia con
respecto a dichos años. Total, que tras
el Corroboree, Gerrans se ve de amarillo esperando a que en unos días comience
el verdadero baile.
Darío Novo
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