Como toda progresía, la “hestética” (con hache de Cortázar) aspira a terrorismo de estado.
Ése fue el aviso de Juan Luis Romero Peche, sátiro humanista que en 1999 publicó en Sevilla su “Libelo contra los estetas”, esas hordas de progres de espíritu que nos imponen su visión “hestética” de la vida: en el Arte, y hoy, en los Toros (Manzanares) y en el Fútbol (Barça).
Los “hestetas” taurinos quieren eliminar al único hierro legendario, Miura, por no prestarse sus toros a la tauromaquia “hestética”, consistente en hacer con un trapo posturas de billar en el ruedo.
Los “hestetas” futboleros (su palabra fetiche es “humildad”) quieren neutralizar al único equipo legendario, el Real Madrid, por estorbar su leyenda a la propagación “hestética” del toque.
Juampedrismo en los toros y tiquitaca en el fútbol.
La “hestética” es un fenómeno de desvarío colectivo con reveladores matices de respeto (mal entendido), incultura (bien aprehendida) y elitismo (que ni se entiende ni aprehende, pero se ejerce con demagógico machamartillo).
Los “hestetas” son bípedos de hábitat difuso, pero siempre apoltronados en una orilla izquierda políticamente correcta.
El “hesteta” considera “artístico” a todo lo que procede de lo que sin rubor se denomina “expresión de sentimientos”.
–Nuestro fútbol es de izquierdas –dijo truhanescamente Pep, gran mulá de los “hestetas”.
–Xavi quiere meter un gol para dedicárselo a un niño con cáncer–dijo un radiofonista “hestético” el día del Milán.
La apreciación de la Belleza es a los fantasmeos de los “hestetas” como el amor cortés a las sudorosas maniobras con una muñeca hinchable.
Mas los “hestetas” sobrevivirán a todo, porque los suyos siempre serán argumentos progresistas y rebeldes, es decir, sentimentales.
La “hestética” (tiquitaquera) es enfermedad lírica, pelagra de navegar cultos, turbulencia a la violeta, lepra de advenedizos, tontuna sin más, hinchazón del gusto, fogatilla, abrevadero y pesebre, cultivo de parásitos, trivialidad retorcida, nadería archicomplicada, rizo rizado, fuero de bienvestidos patanes, minué espectacularmente bailado con la bragueta abierta, supuesto saber estar de la sosería, catequesis morfinómana, sofisticación y fraude, mil orejas de Dumbo y ni un tímpano de mosquito, clinclín de cubitos de hielo ante un horizonte necio…
–Como toda preceptiva, la “hestética” es una función edulcoradora de la vida, una disfunción hiperglucémica, potito predigerido para estómagos sin formar.
Es teoría chiripitifláutica y praxis supercalifragilísticoespialidosa. Es cagalera de tontajos. Sublimación de taras, zapatos con alza. Imposición cojonera y dolencia neuropóllica. Es Santo Oficio. Es tedio. Es memez y neurosis.
–Es como un divorciado ligando, que novelea las sórdidas verdades que otra ya desveló.
Es hache de Estética que se olvida (junto a los Donuts) el “definitum-ingredit-definitionem-non-debet”.
Oh, Juan Luis Romero Peche
Ignacio Ruiz Quintano
ABC
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