Para importarle un bledo las cosas de la Iglesia, el despliegue del periodismo global con el Cónclave resulta impresionante.
El periodismo global es lo progre, o religión del modernista, que es, visto por Chesterton, ese individuo que presume de ser muy moderno:
–Un tipo que come tanto en Nochebuena que lógicamente no tiene el menor apetito el día de Navidad. A esto se le llama “adelantarse a los tiempos”, algo que parece que tienen que hacer todos aquellos que se sienten muy progresistas.
¿Qué es un Cónclave?
En palabras de Peter Seewald, “uno de los acontecimientos más dramáticos que ofrece el mundo”, y cita las palabras deRatzinger tras la elección de Karol Wojtyla (“mientras estábamos rodeados de una humareda blanca, salía humo negro de la chimenea”):
–Uno se siente feliz si no es elegido Papa; nadie ha empujado para hacerse con la Santa Sede.
Las sandalias del pescador no son una “ballerinas” de Prada, como quisiera el columnismo progresista, cuya forma de “adelantarse a los tiempos” consiste en adelantarse a los cardenales, con un retrato ideal.
Según eso, el mejor Papa sería señora, agnóstica, lectora deSandra Harding, calzada con manolos (del chino, no deBlahnik) y manejando en un latín de Google las tres frases imprescindibles en la vida moderna: “Ego brevis erit” (seré breve), “cum quae labitur” (con la que está cayendo) y “Ego non commovebo legumina” (no me va a temblar el pulso).
Entretanto, la gente aguarda en esa Plaza de San Pedro que expresa, dice Seewald, algo así como una nostalgia primigenia del hombre, la necesidad de armonía y felicidad, y a cada humareda negra, como después de un partido de fútbol cuando ha perdido el equipo local, la gente se volverá rápida casa.
Y daba la explicación de Ratzinger:
–Que hayamos salido más o menos ilesos de la crisis de las últimas décadas no es mérito de los profesores de Teología, sino del pueblo llano, que sabe poner las cosas en su sitio.
Ignacio Ruiz Quintano
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