sábado, 27 de agosto de 2011

0 Crónica 7ª etapa: Almadén-Talavera de la Reina

Nerviosismo en la tranquilidad
En una etapa tranquila con el viento como único sobresalto Kittel se impuso al sprint. Peligrosa montonera final en la que cayeron Scarponi y Purito sin consecuencias.
            Ocurre, muy de vez en cuando en grandes vueltas, una calma pactada sin papel ni boli entre los equipos. Suele dar el perfil de etapas maratonianas y preceder y suceder a muros terribles o jornadas en las que hubiera sido mejor no levantarse. Tal la etapa de ayer. Fue un pactado final que nos sirvió para conocer a los escapados de la jornada que justificaron de esa manera patrocinio y sitio en el equipo. Veamoslo con optimismo: por intentarlo que no quede. En esta ocasión fueron Antonio Cabello, Luis Ángel Mate, Fouchard y Houanard quienes cogieron los 8´de máxima que se permiten en estos casos y que nunca son suficientes. La etapa nos sirvió también para saber que Perico Delgado desconoce el porqué de los abanicos y para preguntarnos entonces si tendría las mismas dudas en su época de ciclista (genial donde los haya). En este momento podríamos pensar (ya ven, la calma incita al pensamiento) si Pedro tendría con los relojes los mismos problemas que con los abanicos y ahí de ahí la crono maldita. Cosas del ciclismo y el pensamiento.
            Con el aire pegando de costado y realizando esos pequeños cortes en el pelotón, abanicos para ser más técnicos, el Sky de Wiggins decidió que era un buen momento para romper la carrera. Después de todo, si en días anteriores Joaquim Rodríguez y Níbali habían arriesgado ¿por qué no hacerlo hoy Wiggins en un terreno en el que era favorable? El viento hizo su parte de estrago. Puso el pelotón en fila india, con cortes y caídas. Puro ciclismo. La ventaja de los Sky no fue suficiente para descolgar a ningún favorito pero sí para acabar con los que iban por delante. Los de los 8 minutos. Los de todos los días.
Final al sprint y montonera
            El final se lanzó loco y lanzado, valga la redundancia. El pelotón quedó finalmente dividido en dos: los que supieron colocarse y los que no. Era el momento de la porra, de las casas de apuestas y de los codazos. Del sprint añorado. Fue Kittel quien alzó los brazos en línea de meta cuando vimos, desde las cámaras fijas en las que TVE no ha debido recortar gastos (una pena no poder decir lo mismo de las unidades motorizadas desplazadas las que, en su afán de lucro, acabará sustituyendo por scooter de Telepizza) una montonera de las que dan miedo. Valga el paralelismo de este final con los accidentados comienzos de carrera que nos ofrecía Juan Pablo Montoya en la Fórmula 1 en los que temíamos vernos involucrados nosotros mismos con el coche. Fue Farran, uno de los favoritos quien al chocar su rueda trasera con la delantera, afilador que lo llaman, acabó en el asfalto. Y con él muchos más. Entre ellos Purito Rodríguez y Scarponi que salieron ilesos. Cosas de la suerte. Como la contrarreloj de Pedro.
Darío Novo
@Dario_Novo

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