Los debates que abarrotan internet sobre el último desastre nuclear hierven de machotes que aseguran que lo de Fukushima no es para tanto. Son gente sana, que desayuna yodo radiactivo y se unta plutonio en la pechera para ir dándole tono al bronceado. Ese berrido varonil, a medio camino entre el alarido de Tarzán y la insensatez de Homer Simpson, lo marcó Dragó, cuando llamó cobardes y cagones a la legión de periodistas que abandonaban Japón mientras él se quedaba a informar sobre su ombligo a sólo unos cientos de kilómetros de la hecatombe, emulando el aplomo con que Jünger quería sentarse en la terraza de un hotel para ver París ardiendo hasta las cachas. Dragó demostró que, aunque no tolera ni el humo de un cigarrillo, la lluvia radiactiva apenas puede traspasarle el ego.
Hoy cada día sabemos más sobre lo que sucede en el interior de Fukushima, esa reedición de Chernobil a cámara lenta. Es decir, cada vez sabemos menos. Los informes halagüeños de los primeros días ceden paso a adjetivos cada vez más y más opacos. Afortunadamente la actualidad está lo bastante llena de Gadafis, eres andaluces y aeropuertos vírgenes como para ir arrinconando el goteo pertinaz de los isótopos hacia la penúltima página del periódico. Es la misma información que siempre ha proporcionado el lobby nuclear, o sea, ninguna. Mentiras y pedorretas. Ocurrió en el atolón de Bikini, cuando la Armada estadounidense lanzó una bomba H y empleó a sus propios marinos como conejillos de indias. Ocurrió en Nevada, cuando las pruebas nucleares indiscriminadas provocaron unos 70.000 casos de cáncer de tiroides. Ocurrió en Chernobil, cuando bomberos, mineros, soldados y voluntarios a la fuerza se lanzaron a luchar contra un monstruo en llamas protegidos por un titular del Pravda.
David Torres
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Los debates que abarrotan internet sobre el último desastre nuclear hierven de papanatas que aseguran que lo de Fukushima es el apocalipsis. Son gente sana, que desayuna acelgas hervidas y se unta zumo de zanahoria en la pechera para ir dándole tono al bronceado … Hoy cada día sabemos más sobre lo que sucede en el interior de Fukushima, esa reedición de Chernobyl a cámara lenta. Es decir, cada vez sabemos menos.
ResponderEliminar(Esto es de una lógica inapelable. Primero se afirma que cada día sabemos más, pero concluye con que sabemos menos. ¿En qué quedamos, sabemos más o menos?. ¿Reedición de Chernóbil?. De momento no ha reventado ningún reactor. Lo siento).
Los informes halagüeños de los primeros días ceden paso a adjetivos cada vez más y más opacos. (¿Opacos respecto a qué?, ¿a la verdad que sólo los iniciados en el arcano nuclear conocen?).
Afortunadamente la actualidad está lo bastante llena de Gadafis, eres andaluces y aeropuertos vírgenes como para ir arrinconando el goteo pertinaz de los isótopos hacia la penúltima página del periódico, allá junto al horóscopo.
(Es lo que tiene la actualidad: el mundo sigue adelante por joder. No dejes que la realidad te estropee una buena noticia. De todas formas, las noticias sobre Fukushima, a poco que tenga interés en verlo, siguen estando en una posición destacada en los diarios digitales y en papel, televisiones y demás. Es cierto que no junto al horóscopo. Pero queda mejor exagerar un pelín, total, ya metidos en faena…)
Es la misma información que siempre ha proporcionado el lobby nuclear, o sea, ninguna. Mentiras y pedorretas.
(¡Tatachán!. Apareció el lobby feroz. Con el lobby hemos topado, amigo Sancho. Pero… ¿si no han proporcionado ninguna información, cómo es posible que sean mentiras y pedorretas?. Debe ser otra muestra de esa lógica acomodadiza.
(Es lo que tiene jugar con el átomo… o con el fuego o con pistolas, anda que no se podrían poner ejemplos, para aburrir. Y para finalizar el chiste facilón, y mil veces repetido, sobre Fraga y lo de Palomares, me parto. Simplemente denota la falta de respeto, de educación y el sectarismo rampante que lo consume por dentro. Lamentable su post, oiga, lamentable).