El Atlético de Madrid tiene la
'mejor afición del mundo' porque hace
años se estipuló que así fuera. Quiero decir de antemano que yo soy parte de
esa afición -y aflicción- pero que la afición del Atleti quiere a su equipo
como una afición más. Otra cosa es el ruido y, entrado el caso, los silencios.
Los silencios en el Calderón son
preocupantes de bien y de mal. Es un entorno dado al ruido, a la polémica y al
ruido de fuera que es el que la afición toma como hiriente y yo creo que es
dado al bien por hablar de nosotros aunque sea bien. Como ayer.
El silencio se hizo en el
Calderón cuando Saúl decidió que era tiempo ya de acabar con las penas y
lanzarse a las alegrías que son, pesa a pesa, valoradas por el fútbol. Los
regates, los hombres por el suelo, los disparos ajustados. Hizo todo y todo tan
bien, que el Atlético de Madrid se puso 1-0.
Era el minuto 11.
Hasta entonces y un rato más, el
Atlético de Madrid ganó todos y cada uno de los balones pero desde entonces, se
fue achicando cada vez un metro más atrás. Y pasaba el partido y los minutos y
los metros. La primera parte fue bien, gracias. Costa y Coman llevaron peligro
del alemán. Xabi Alonso dejaba sus envites a modo de balón aéreo demostrando la
reticencia de la calidad pero en su puesto, dejando entrever, quizá
amplificadas, las carencias de siempre.
Todo o nada
Guardiola decidió presentar al
equipo en la segunda mitad. Una idea que guarda su lógica toda vez que el gol,
marcado fuera, posicionaba a los suyos en un escalón dominante. Perdonen por el
spoiler, pero no marcó.
El asedio era tal que el Atlético
de Madrid se sentía cada vez más y más cómodo, como aquellos señores que tragan
fuego. En el minuto 61, Giménez se lanzó al suelo tras una lucha con Lewandowski
y nos demostró ser un 'viejoven'. El 'viejoven' del fútbol no es el que viste a
la última pasado de edad y kilos sino aquel que ha adquirido, o en este caso
heredado, las majestuosidades de Godín. Se inventó una tangana, cortó el ritmo del Bayern, desesperó
a Guardiola y consiguió una ventaja.
Ribery y Müller salieron al campo
lo que nos preocupó relativamente ya que fue más de lo mismo. Ahí vimos a un
Gabi como el de hace dos años y a un Augusto, en quien algunos no confiábamos
del todo por aquello de demostrar lo que el resto es, pletóricos.
En una de las contras, de las el
Cholo preveía más numerosas, Torres hizo un recorte dentro del área. Fue a la
defensa del Bayern, a Del Bosque y a todos los desafortunados que algún día no
creyeron en él. Su disparo con el exterior, mágico, que era nuestro billete a
Milán, se estrelló en el poste y dejó 90 minutos que veremos por pura
confianza.
Iba a cerrar sin nombrar a Oblak
que paró todo lo que tuvo que parar que es todo. En realidad con Oblak pasa un
poco así como con el resto: un equipo que siempre hace todo bien incluso en sus propios errores. Las
semifinales de Champions son tan crudas y jodidas como la propia vida pero si
buscáis un vuelo a Milán desde Madrid os sale una escala en Múnich. Pero es
algo más barato que el billete vendido ayer.
Darío Novo
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