viernes, 31 de mayo de 2013

0 La travesía de Wikdi (II)


Hemos caminado por entre un riachuelo como de treinta centímetros de profundidad. Hemos atravesado un puente roto sobre una quebrada sin agua. Hemos escalado una pendiente cuyas rocas enormes casi no dejan espacio para introducir el pie. Hemos cruzado un trecho de barro revestido de huellas endurecidas: pezuñas, garras, pisadas humanas. Hemos bajado por una cuesta invadida de guijarros filosos que parecen a punto de desfondarnos las botas. Ahora nos aprestamos a vadear una cañada repleta de peñascos resbaladizos. Un vistazo a la izquierda, otro a la derecha. Ni modo, toca pisar encima de estas piedras recubiertas de cieno. Me asalta una idea pavorosa: aquí es fácil caer y romperse la columna. A Wikdi, es evidente, no lo atormentan estos recelos de nosotros los “libres”: zambulle las manos en el agua, se remoja los brazos y el rostro.
Hace hora y media salimos de Arquía. La temperatura ha subido, calculo, a unos 38 grados centígrados. Todavía nos falta una hora de viaje para llegar al colegio, y luego Wikdi deberá hacer el recorrido inverso hasta su rancho. Cinco horas diarias de travesía: se dice muy fácil, pero créanme: hay que vivir la experiencia en carne propia para entender de qué les estoy hablando. En esta trocha —me contó Jáider Durán, exfuncionario del municipio de Unguía— los caballos se hunden hasta la barriga y hay que desenterrarlos halándolos con sogas. Algunos se estropean, otros mueren. Unos zapatos primorosos de esos que usa cierta gente en la ciudad —unos Converse, por ejemplo— ya se me habrían desbaratado. Aquí los pedruscos afilados taladran la suela. El caminante siente las punzadas en las plantas de los pies aunque calce botas pantaneras como las que tengo en este momento.
—¡Qué sed! —le digo a Wikdi.
—¿Usted no trajo agua?
—No.
—Apenas nos faltan tres puentes para llegar al pueblo.

Agradezco en silencio que Wikdi tenga la cortesía de intentar consolarme. Entonces él, tras esbozar una sonrisa candorosa, corrige la información que acaba de suministrarme.
—No, mentiras: faltan son cuatro puentes.
En la gran urbe en la que habito, mencionar a un niño indígena que gasta cinco horas diarias caminando para poder asistir a la escuela es referirse al protagonista de un episodio bucólico. ¡Qué quijotada, por Dios, qué historias tan románticas las que florecen en nuestro país! Pero acá, en el barro de la realidad, al sentir los rigores de la travesía, al observar las carencias de los personajes implicados, uno entiende que no se encuentra frente a una anécdota sino frente a un drama. Visto desde lejos, un camino de herradura en el Chocó o en cualquier otro lugar de la periferia colombiana es mero paisaje. Visto desde cerca es símbolo de discriminación. Además se transforma en pesadilla. Cuando la trocha se sale de la foto de Google y aparece debajo de uno, es un monstruo que hiere los pies. Produce quemazón entre los dedos, acalambra los músculos gemelos. Extenúa, asfixia, maltrata. Sin embargo, Wikdi luce fresco. Tiene la piel cubierta de arena pero se ve entero. Le pregunto si está cansado.
—No.
—¿Tienes sed?
—Tampoco.

Wikdi calla, y así, en silencio, se adelanta un par de metros. Luego, sin mirarme, dice que lo que tiene es hambre porque hoy se vino sin desayunar.
—¿Cuántas veces vas a clases sin desayunar?
—Yo voy sin desayunar, pero en el colegio dan un refrigerio.
—Entonces comes cuando llegues.
—El año pasado era que daban refrigerio. Este año no dan nada.

Captada en su propio ambiente, digo, la historia que estoy contando suscita tanta admiración como tristeza. Y susto: aquí los paramilitares han matado a muchísimas personas. Hubo un tiempo en el que adentrarse en estos parajes equivalía a firmar anticipadamente el acta de defunción. El camino quedó abandonado y fue arrasado por la maleza en varios tramos. Todavía hoy existen partes cerradas. Así que nos ha tocado desviarnos y avanzar, sin permiso de nadie, por el interior de algunas fincas paralelas. Doy un vistazo panorámico, tanteo la magnitud de nuestra soledad. En este instante no hay en el mundo un blanco más fácil que nosotros. Si nos saliera al paso un paramilitar dispuesto a exterminarnos, lo conseguiría sin necesidad de despeinarse. Sobrevivir en la trocha de Arquía, después de todo, es un simple acto de fe. Y por eso, supongo, Wikdi permanece a salvo al final de cada caminata: él nunca teme lo peor.
—Faltan dos puentes —dice.
Solo una vez se ha sentido en riesgo. Caminaba distraído por un atajo cuando divisó, de improviso, una culebra que iba arrastrándose muy cerca de él. Se asustó, pensó en devolverse. También estuvo a punto de saltar por encima del animal. Al final no hizo ni lo uno ni lo otro, sino que se quedó inmóvil viendo cómo la serpiente se alejaba.
—¿Por qué te quedaste quieto cuando viste la culebra?
—Me quedé así.
—Sí, pero ¿por qué?
—Yo me quedé quieto y la culebra se fue.
—¿Tú sabes por qué se fue la culebra?
—Porque yo me quedé quieto.
—¿Y cómo supiste que si te quedabas quieto la culebra se iría?
—No sé.
—¿Tu papá te enseñó eso?
—No.

Deduzco que Wikdi, fiel a su casta, vive en armonía con el universo que le correspondió. Él, por ejemplo, marcha sin balancear los brazos hacia atrás y hacia adelante, como hacemos nosotros, los “libres”. Al llevar los brazos pegados al cuerpo evita gastar más energías de las necesarias. Deduzco también que tanto Wikdi como los demás integrantes de su comunidad son capaces de mantenerse firmes porque ven más allá de donde termina el horizonte. Si se sentaran bajo la copa de un árbol a dolerse del camino, si solo tuvieran en cuenta la aspereza de la travesía y sus peligros, no llegarían a ninguna parte.
—¿Tú por qué estás estudiando?
—Porque quiero ser profesor.
—¿Profesor de qué?
—De inglés y de matemáticas.
—¿Y eso para qué?
—Para que mis alumnos aprendan.
—¿Quiénes van a ser tus alumnos?
—Los niños de Arquía.

Deduzco, además, que para hacer camino al andar como proponía el poeta Antonio Machado, conviene tener una feliz dosis de ignorancia. Que es justamente lo que sucede con Wikdi. Él desconoce las amenazas que representan los paramilitares, y no se plantea la posibilidad de convertirse, al final de tanto esfuerzo, en una de las víctimas del desempleo que afecta a su departamento. En el Chocó, según un informe de las Naciones Unidas que será publicado a finales de este mes, el 54% de los habitantes sobrevive gracias a una ocupación informal. Allí, en el año 2002, el 20% de la población devengaba menos de dos dólares diarios. En esta misma región donde nos encontramos, a propósito, se presentó en 2007 una emergencia por desnutrición infantil que ocasionó la muerte de doce niños. Wikdi, insisto, no se detiene a pensar en tales problemas. Y en eso radica parte de la fuerza con la que sus pies talla 35 devoran el mundo.
—Ese es el último puente —dice, mientras me dirige una mirada astuta.
—¿El que está sobre el río Unguía?
—Sí, ese. Ahí mismito está el pueblo.

Alberto Salcedo Ramos

0 Una reforma reaccionaria

Pere Navarro ha explicado en ocho puntos su propuesta de reforma constitucional, palabras mayores. Se supone que en dichos planteamientos basará el PSC su estrategia y acción de los próximos años. Coincidiendo como coincido en la necesidad de una reforma profunda de la Carta Magna, no tengo por qué recibirla con recelo, pero el análisis liminar resulta desolador.
Los dos primeros puntos atañen puramente a los nombres de las cosas: desean que España se diga federal y se predique integrada por naciones, nacionalidades y regiones. Bien, España ya es un Estado Federal, no criticaré que se le designe adecuadamente. El constituyente, al evitarlo, debió considerar las resonancias primorrepublicanas, cantonales, cartagenas del vocablo.
En cuanto a añadir «naciones» a las categorías integrantes de la nación española -las nacionalidades y regiones-, agravaría la ya existente redundancia: «nacionalidad» es sinónimo de «nación». Por otra parte, en ningún lugar reveló el constituyente qué comunidades eran una u otra cosa. ¿Qué desea ahora el PSC? ¿Una opción más con la que no identificarse formalmente? Y si lo que busca es una explícita jerarquía de territorios, que lo diga. ¿Quién es qué?
El siguiente punto reclama una definición precisa de las competencias del Estado. Sólo que eso ya está en el artículo 149 de nuestra Constitución. Si se trata de exigir más precisión, la Constitución no es el lugar, sino las normas de rango inferior. Más nos valdría, en una eventual reforma, bloquear esa lista de competencias exclusivas del Estado, hacer que deje de ser papel mojado eliminando la posibilidad, profusamente usada, de transferirlas o delegarlas.
El punto cuarto está muy bien... para un partido nacionalista y reaccionario, pues va a beber en los antojadizos derechos históricos. Pero, ¿quién no tiene historia en España? ¿León, Castilla, Asturias? ¡Anda ya! En esa superstición provinciana, en esa propaganda, apoya el PSC su exigencia de «asimetría competencial». La misma lógica nacionalista rige con la lengua o con el Poder Judicial, que desean fragmentar. Para reformar así la Constitución, mejor déjenla como está.
Juan Carlos Girauta / ABC

0 La portada del día 31/05/2013: Mundo Deportivo (España)


jueves, 30 de mayo de 2013

0 Gistau

 Placeado en “La Razón” y en “El Mundo”, David Gistau llega al ABC.
    
Aquí se viene a escribir –parecen decirle a uno siempre las estatuas del Paseo de las Estatuas del ABC, que en la calle de Serrano eran terribles, con su cosa de cripta de Pombo y su pura soledad: la que le llega siempre al buen escritor en España y que es condición segura de su modesta bondad, de voto, ay, de pobreza final, salvando su disparidad como única riqueza.
    
A esa soledad de Pombo llegan, decía Ramón, los sencillos y los locos, esos locos españoles que son los últimos románticos de España y que tienen un seguro instinto de orientación en su locura.
    
¿Qué tengo que escribir? Lo que ocurra. ¿Y si no ocurre nada? Lo que se le ocurra.
    
Anima descubrir los malos ratos que en el ABC pasaron escribiendo PemánRuano o Wenceslao Fernández Flórez, a quien las señoras finas llamaban “Wenceslado”.
    
Para Fernández Flórez lo más difícil del artículo era el tema. En escribirlo echaba hora y cuarto, hora y media, si el artículo era bueno; si era malo, más.

    –Cuesta mucho trabajo y por eso sale malo. Yo le decía a don Torcuato que me debía pagar muy bien los artículos malos y que los buenos se los regalaba.
    
Pemán creía no servir para periodista, pues no sabía espumar las primeras cucharadas en el suceso del día. Su secreto fue acariciar al estilo, como a un perro, para que moviera con gracia (gaditana) y dignidad (romana) la cola.

    Y Ruano dio en el ABC con un tipo de artículo que no hacía nadie ni antes habían hecho: de hecho, el artículo es el “dry martini” de su generación.

    –Yo creo que la suma aspiración de un articulista de diario matutino debe ser que no lo lean a uno, al ver su firma, durante el desayuno, sino que el lector se marche a su oficina, encargando a su mujer: "No me pierdas el diario, que quiero leerlo esta noche".

Que es como uno leyó siempre a los articulistas del ABC. Y de los de afuera (hasta hoy, que ya está adentro), a David Gistau.

Ignacio Ruiz Quintano
ABC
Ir al blog de Ruiz Quintano, Salmonetes Ya No Nos Quedan

0 La travesía de Wikdi (I)



Esos recorridos de Wikdi han tenido como escenario desde masacres de paramilitares hasta el riesgo de enfrentarse a los animales de la selva. 

En la áspera trocha de ocho kilómetros que separa a Wikdi de su escuela se han desnucado decenas de burros. Allí, además, los paramilitares han torturado y asesinado a muchas personas. Sin embargo, Wikdi no se detiene a pensar en lo peligrosa que es esa senda atestada de piedras, barro seco y maleza. Si lo hiciera, se moriría de susto y no podría estudiar. En la caminata de ida y vuelta entre su rancho, localizado en el resguardo indígena de Arquía, y su colegio, ubicado en el municipio de Unguía, emplea cinco horas diarias. Así que siempre afronta la travesía con el mismo aspecto tranquilo que exhibe ahora, mientras cierra la corredera de su morral.


Son las 4:35 de la mañana. En enero la temperatura suele ser de extremos en esta zona del Darién chocoano: ardiente durante el día y gélida durante la madrugada. Wikdi —trece años, cuerpo menudo— tirita de frío. Hace un instante le dijo a Prisciliano, su padre, que prefiere bañarse de noche. En este momento ambos especulan sobre lo helado que debe de haber amanecido el río Arquía. 

—Menos mal que nos bañamos anoche —dice el padre.
—Esta noche volvemos al río —contesta el hijo.

Diagonal adonde ellos se encuentran, un perro se acerca al fogón de leña emplazado en el suelo de tierra. Arquea el lomo contra uno de los ladrillos del brasero, y allí se queda recostado absorbiendo el calor. Prisciliano le pregunta a su hijo si guardó el cuaderno de geografía en el morral. El niño asiente con la cabeza, dice que ya se sabe de memoria la ubicación de América. El padre mira su reloj y se dirige a mí.

—Cinco menos veinte —dice. 

Luego agrega que Wikdi ya debería ir andando hacia el colegio. Lo que pasa, explica, es que en esta época clarea casi a las seis de la mañana y a él no le gusta que el muchachito transite por ese camino tan anochecido. Hace unos minutos, cuando él y yo éramos los únicos ocupantes despiertos del rancho, Prisciliano me contó que el nacimiento de Wikdi, el mayor de sus cinco hijos, sucedió en una madrugada tan oscura como esta. Fue el 13 de mayo de 1998. A Ana Cecilia, su mujer, le sobrevinieron los dolores de parto un poco antes de las tres de la mañana. Así que él, fiel a un antiguo precepto de su etnia, corrió a avisarles a los padres de ambos. Los cuatro abuelos se plantaron alrededor de la cama, cada uno con un candil encendido entre las manos. Entonces fue como si de repente todos los kunas mayores, muertos o vivos, conocidos o desconocidos, hubieran convertido la noche en día solo para despejarle el horizonte al nuevo miembro de la familia. Por eso Prisciliano cree que a los seres de su raza siempre los recibe la aurora, así el mundo se encuentre sumergido en las tinieblas. Eso sí —concluye con aire reflexivo—: aunque lleven la claridad por dentro arriesgan demasiado cuando se internan por la trocha de Arquía en medio de tamaña negrura. 

Prisciliano —treinta y ocho años, cuerpo menudo— espera que el sacrificio que está haciendo su hijo valga la pena. Él cree que en la Institución Educativa Agrícola de Unguía el niño desarrollará habilidades prácticas muy útiles para su comunidad, como aplicar vacunas veterinarias o manejar fertilizantes. Además, al culminar el bachillerato en ese colegio de “libres” seguramente hablará mejor el idioma español. Para los indígenas kunas, “libres” son todas aquellas personas que no pertenecen a su etnia. 

—El colegio está lejos —dice— pero no hay ninguno cerca. El que tenemos nosotros aquí en el resguardo solo llega hasta quinto grado, y Wikdi ya está en séptimo. 
—La única opción es cursar el bachillerato en Unguía.
—Así es. Ahí me gradué yo también.

Prisciliano advierte que con el favor de Papatumadi —es decir, Dios— Wikdi estudiará para convertirse en profesor una vez termine su ciclo de secundaria. 

—Nunca le he insinuado que elija esa opción —aclara—. Él vio el ejemplo en casa porque yo soy profesor de la escuela de Arquía.

¿Podrá Wikdi abrirse paso en la vida con los conocimientos que adquiera en el colegio de los “libres”? Es algo que está por verse, responde Prisciliano. Quizá se enriquecerá al asimilar ciertos códigos del mundo ilustrado, ese mundo que se encuentra más allá de la selva y el mar que aíslan a sus hermanos. Se acercará a la nación blanca y a la nación negra. De ese modo contribuirá a ensanchar los confines de su propia comarca. Se documentará sobre la historia de Colombia, y así podrá, al menos, averiguar en qué momento se obstruyeron los caminos que vinculaban a los kunas con el resto del país. Estudiará el Álgebra de Baldor, se aprenderá los nombres de algunas penínsulas, oirá mencionar a Don Quijote de la Mancha. Después, transformado ya en profesor, les transmitirá sus conocimientos a las futuras generaciones. Entonces será como si otra vez, por cuenta de los saberes de un predecesor, brotara la aurora en medio de la noche. 

—Las cinco y todavía oscuro —dice ahora Prisciliano.

Anabelkis, su cuñada, ya está despierta: hierve café en el mismo fogón en el que hace un momento tomaba calor el perro. Su marido intenta tranquilizar al bebé recién nacido de ambos, que llora a moco tendido. Nadie más falta por levantarse, pues Ana Cecilia y los otros hijos de Prisciliano durmieron anoche en Turbo, Antioquia. En el radio suena una conocida canción de despecho interpretada por Darío Gómez. 

Ya lo ves me tiré el matrimonio
y ya te la jugué de verdad
fuiste mala, ay, demasiado mala
pero en esta vida todo hay que aguantar.

El fogón es ahora una hoguera que esparce su resplandor por todo el recinto. Cantan los gallos, rebuznan los burros. En el rancho ha empezado a bullir la nueva jornada. Más allá siguen reinando las tinieblas. Pareciera que en ninguna de las 61 casas restantes del cabildo se hubiera encendido un solo candil. Eso sí: cualquiera que haya nacido aquí sabe que, a esta hora, la mayoría de los 582 habitantes de la comarca ya está en pie. 

Wikdi le dice hasta luego a Prisciliano en su lengua nativa (“¡kusalmalo!”), y comienza a caminar a través del pasillo que le van abriendo los cuatro perros de la familia. 

Alberto Salcedo Ramos

0 La portada del día 30/05/2013: Expansión (España)


miércoles, 29 de mayo de 2013

0 Aznar y Neymar descolocan a la canallesca

Aznar Neymar no son comparables, porque el expresidente español está con seguridad en mucha mejor forma que el famoso futbolista brasileño. Por no hablar de abdominales, claro, que tampoco es cuestión de sumir al astro carioca en la depresión ahora que va a cumplir su sueño de jugar en el Barça. Los futbolistas, como es bien sabido, cumplen el sueño que tenían desde niños cada vez que llegan a un club, sea el que sea, y vuelven a cumplirlo cuando unos años más tarde fichan por el eterno rival; pero es una costumbre tan arraigada que si un jugador no pronuncia esa frase en la rueda de prensa en la que se anuncia su contratación, la afición empieza a sospechar que el club ha fichado a un pesetero especialmente ingrato.
Las dos recientes exaltaciones protagonizadas por Aznar en torno a la situación española y el fichaje de Neymar por el Barcelona han descolocado a los medios de comunicación que creían haber catalogado a ambos protagonistas de manera definitiva. El expresidente del gobierno como una figura alejada de la política salvo para proclamar eventualmente su admiración por Rajoy y el brasileño en el papel de inevitable jugador del Real Madrid, cuyo fichaje era tan sólo una mera cuestión de tiempo. Pues bien, hete aquí que Aznar se atreve a opinar sobre las graves cuestiones que afectan a su país, con el compromiso renovado de participar en aquello que considere oportuno, y que el papá de Neymar trinca 10 millones de euros de adelanto y convierte a su criatura en el fichaje estelar del Barça para los próximos cinco años. ¿Y ahora qué hacemos?
Ha sido delicioso comprobar estos días la coherencia y el grado decompromiso con la verdad de los medios señeros en torno a ambos personajes, pero la palma, como ocurre siempre, se la lleva la prensa deportiva catalana, alguna de cuyas figuras de referencia ha pasado de acusar al flamante fichaje del Barça de ser casi un pandillero politoxicómano, cuando parecía inevitable su contratación por Florentino, a ponderarlo como un dechado de virtudes futbolísticas y ciudadanas y el mayor acierto hasta el momento de Sandro Rosell, lo que ya es meritorio, habida cuenta de una trayectoria estelar en la que no se ha detectado todavía la menor sombra de error.
Y lo más chocante es que Aznar sigue siendo el mismo Aznar de siempre y Neymar el jugador genial que llevamos viendo un par de años en la sección de deportes de los telediarios del fin de semana.¿Quién ha cambiado? Ellos dos, desde luego, muy poco. El expresidente del gobierno continua creyendo que bajar los impuestos es algo muy deseable y así lo ha hecho saber para general instrucción. En cuanto al ya futbolista del Barcelona, no parece tampoco que sus costumbres dentro y fuera del campo hayan variado tanto como para merecer los juicios que le ha dedicado la selecta prensa del Principado.
Por eso es justo destacar el ejemplo de independencia de criterio y firmeza en las propias convicciones que nos brinda en ambos casos el grupo Prisa, cuyo odio por José María Aznar y Florentino Pérez, por más que pasen los años, sigue inquebrantable. Que tome nota el resto.
Pablo Molina / Libertad Digital

0 Rajoy de fondo

Rajoy estuvo ayer hablando en un foro de París y en el periódico lo pusimos de fondo con la televisión. Se escuchaba el trasiego de teclas, llamadas y reuniones de media tarde en una redacción y la voz de Rajoy detrás sin una inflexión relevante ni un mal grito; un discurso impasible, monocorde y cetrino de estanquero sin cambio.
Ésta es mi vida, pensé: una vida con la voz de Rajoy de fondo. Me imaginé a mí mismo y me imaginé a España con su historia recorrida por discursos de Rajoy y hay algo seguro: nos hubiésemos ahorrado muchas guerras. Adormece de tal forma que dan ganas de fumarlo. Una vida con la voz de Rajoy de fondo en cada acontecimiento relevante: el colegio, las primeras chicas, los amigos del instituto, la universidad, el trabajo, la sobredosis.
¿Qué hacía yo cuando Rajoy habló del paro juvenil? No lo sé, porque lo tenía de fondo; no es rara su pasión por el ciclismo, concretamente las etapas llanas. La verdadera característica relevante de la voz de Rajoy es que siempre suena de fondo. Esto que parece una rareza lo es exageradamente. La primera vez que lo tuve delante y abrió la boca para decir algo casi me tuve que agarrar a la mesa: sonaba de fondo. Era él, desde luego, pero parecía estar hablando a media voz detrás de las cortinas.
Hablaba y hablaba, y yo me ponía nervioso mirando la grabadora pues su discurso era un discurso que sonaba como runrún, el acompañamiento de algo más relevante. ¿Pero había algo más relevante? Pues de repente todo lo parecía, ¡hasta él! Cualquier cosa menos lo que dijese. Supuse que haciéndose traducir para sordos podría entenderse por lenguaje de signos, pero en el Congreso la muchacha parece siempre a punto de pedir un café y ponerse a leer el periódico; de hecho ésa es la voz de Rajoy, el acompañamiento de fondo de una cafetería de señoras al mediodía en medio de Toledo, una tarde de julio, con Massimo Ghirotto cortado por un abanico.
Nunca un tono se acopló mejor a un discurso, pues la idea de país que el PP tiene para España es también una idea de fondo, una música para peluquería y ascensor que no sabemos si es punk o canción ligera. Está ahí, nunca se ha ido y no sabemos si se irá, tanto el discurso como la idea. Se nos ha metido dentro con las subordinadas, como la tenia, y empezaremos a escucharlo dentro de la cabeza y ya todo será Rajoy, y ni así sabremos qué dice, ni qué hace.
Manuel Jabois / El Mundo

0 La portada del día 29/05/2013: ABC (España)


martes, 28 de mayo de 2013

0 El pronunciamiento de Aznar

Al llegar con retraso a un asunto político, uno se encuentra como el detective que llega tarde a la escena del crimen. Ya se han recogido todas las pruebas, se han seguido todas las pistas, se han formulado todas las hipótesis y lo que tiene ante sí es un barrizal pisoteado. Al Holmes de turno sólo le queda regresar a Baker Street, arrancarle unas notas melancólicas al violín y esperar con impaciencia el caso siguiente. Pero, ¡ay!, se han dicho sobre lo de Aznar cosas tan peregrinas que no hay manera de resistirse.
Por ejemplo, que el suyo fue un ejercicio crítico normal. Que esto de que el expresidente de un partido le enmiende la plana al presidente del Gobierno de su partido es de lo más común y corriente. ¿Dónde? Ni Chirac, que aborrecía a Sarkozy, lo hizo. Al final se permitió una broma envenenada, pero cuando los días de Sarko estaban contados. El propio Aznar quiso revestir de normalidad su salida y dijo que hablaba como militante. Como cualquiera. La cuestión es que no lo es. Por ser quien es, que es por ser quien ha sido, lo de Aznar no fue crítica sino desautorización. Y como dejó en el aire lo que podía ser, o sea su regreso, fue una desautorización con visos de pasar a mayores.
La excepcionalidad del gesto de Aznar viene motivada, desde su punto de vista, por una situación excepcional de España. Pero al respecto no ofreció, dígase lo que se diga, un programa político digno de tal nombre. Lo que ofreció fue liderazgo, fue autoridad. Que fue lo que reclamó. En política, los vacíos siempre se llenan y el Gobierno de Rajoy ha dejado libre ese hueco que trata de colmar algo tan indeterminado –y tan reconocible– como es el discurso político. El Gobierno de Rajoy es un Gobierno de gestores, lo que no sería nada desdeñable en otras circunstancias, pero resulta insuficiente en éstas. No insuficiente para la gestión más o menos acertada de los graves problemas económicos, pero sí para la opinión pública y, por recurrir a la jerga del Darth Vader de Aznar, para la publicada.
Ese es el talón de Aquiles al que apuntó Aznar, a sabiendas, supongo, de que el mal tiene poco remedio y de que introducía el gusanillo de un recambio, por la vía excepcional, en la presidencia de su partido y del Gobierno. Una bomba de relojería. Una que el centroderecha español utilizó ya en ocasión notable. Me refiero a la destrucción de Suárez. El estallido de UCD, provocado desde el interior, dejó al centroderecha fuera de juego durante larguísimos años. Fue Aznar quien recompuso aquel destrozo, por lo que debe de saber lo que cuesta. Los partidos son jaulas en las que conviven leones, lobos, ovejas, perros, gatos, gallinas y zorros bajo el látigo del domador. A veces, deciden comérselo. Pero es mucho mejor que se lo coman los votantes.
Cristina Losada / Libertad Digital

0 Un cura, un guardia, unos ministros


En un solo día he vivido tres situaciones aparentemente inconexas entre sí, pero cuya consideración hace pensar que tal vez no lo sean tanto. Me refiero a lo de inconexas. Una de ellas se produjo en misa, pero tranquilícense: no es que me haya caído del caballo y visto la luz. Al menos, de momento. Se trata de la misa que, en el convento de las Trinitarias de Madrid, la Real Academia Española celebra cada año, por tradición secular, en memoria del buen don Miguel de Cervantes y los académicos fallecidos ese año. Tocaba éste, con mucha tristeza por nuestra parte, recordar a Antonio Mingote y a José Luis Sampedro, y allí fuimos los compañeros, conscientes de las paradojas de la vida: una misa por el bondadoso y escéptico Mingote y, caso todavía más insólito, por el republicanísimo y ateo Sampedro. Pero la vida tiene esas piruetas y algunas otras. Una, por ejemplo, fue el Evangelio leído por un sacerdote durante el oficio, en una versión puesta al día que nos hizo mirarnos unos a otros con estupor. Se trataba de la parábola de los siervos y las minas, o talentos; y el páter, en un patético intento por actualizar la cosa, y sin reparar mucho en la resabiada audiencia que ese día tenía en plan feligrés, no habló de talentos o minas -el evangelista Lucas utiliza el término griego mina, cien dracmas áticas o denarios, que no era mucho dinero- sino de millones, nada menos. El señor repartió a sus siervos tantos millones, dijo. O leyó. «Muy oportuno y actual», se choteó por lo bajini Luis Mateo Díez, que estaba cerca de mí. «Y luego se extrañan de perder clientela», apuntó con frialdad científica José Manuel Sánchez Ron.

La otra situación se dio más tarde, en los complicados semáforos de la plaza de Colón; cuando, en un momento de confuso tráfico y embotellamiento, pasé deliberadamente un semáforo en rojo, despacio, para facilitar el paso a los que venían detrás y situarme en el semáforo siguiente, tres metros más allá y a la izquierda. La maniobra fue advertida por un policía municipal que, exasperado, intentaba organizar lo imposible. Yo llevaba la ventanilla abierta, así que cuando pasé a su lado pude escuchar con toda claridad su «¿Qué pasa? ¿No has visto el semáforo, o qué?», dicho con unos malos modos y un desabrimiento inadmisibles en agentes de la autoridad municipal; quienes, hasta para multar por la más descarada infracción, deberían dirigirse siempre a cualquier ciudadano tocándose la visera, con el debido respeto y con personal decoro. Añado a esto que el agente de mi semáforo, sin duda porque estaba pasando mal rato con el tráfico, llevaba la ropa en desorden, el cuello despechugado, la gorra echada para atrás y necesitaba un afeitado urgente. Así que, decidido a pagar las multas que hicieran falta, pero no a tolerar groserías, detuve el coche y respondí: «Tiene usted razón, pero ¿por qué me tutea?». Pasó al usted en el acto, tuvo los reflejos de responder: «No oigo lo que me dice, señor», y me ordenó que siguiera adelante y no me quedara allí.


Arturo Pérez-Reverte
XL Semanal
Leer la Patente de corso completa de esta semana

0 La portada del día 28/05/2013: ABC (España)


lunes, 27 de mayo de 2013

0 Jessica McClure being rescued from the well into which she had fallen (1988)

Scott Shaw
Odessa (TX) American


0 Cerrar el bucle

Florentino Pérez, que siempre necesitará un Talleyrand, me atrevería a pedirle que recupere a Jorge Valdano. Lo digo sin un ápice de sarcasmo. A mí me gusta Valdano. Tal vez porque soy inmune a los prejuicios argentinófobos que constituyen el arsenal argumental de los que lo detestan: ni aun considerándome una consecuencia cultural de Castilla –polvo, sudor y hierro–, entenderé nunca que hablar bien sea un defecto invalidante por el que hay que arrojar a alguien al pilón. 
Cuando era la Mano del Rey en Chamartín, las decisiones técnicas de Valdano crearon el síndrome Queiroz, que yo asociaré siempre a la fatuidad absolutista del florentinismo. Pero alguien debe aportar palabras a lo que viene, cuando los escritores del tardomourinhismo no seamos, como diría Pedro Ampudia, sino nostalgia del Ausente. Y eso ha de hacerlo Valdano. Pese a frases tan brillantes como la de que el Madrí era la única oportunidad para un español de sentirse el mejor en algo –reflexión pre-2008, obviamente–, sospecho que Valdano no terminó nunca de armar el discurso intelectual del Real Madrid por una pizca de vergüenza de pertenencia al club –y a sus ramificaciones metafóricas– denostado por todos los gurúes que comparten su visión del fútbol, y que son los únicos interlocutores con los que puede divertirse hablando. A Valdano le ocurre lo que almarine de Avatar: habría querido tener piel azul y pertenecer a la tribu de los puros. No servir a la Némesis del ejército desarmado que supo fabricarse un relato redentor que arranca con el mito de la grada catalizadora de democracia (mito falsificado también en San Mamés: no he logrado que un solo testigo presencial de aquel tiempo me confirme que los vizcaínos de los años cincuenta aprovechaban las finales de Copa del Athletic en Chamartín para venir a Madrid a luchar esa tarde denodadamente contra Franco). Pero el caso es que a mí Valdano me gusta. Y querría que me hablara él, porque conAncelotti me ocurre ya lo que decía Jünger de los compañeros de trinchera: cogerles aprecio era sólo garantizarse dolor en su muerte siempre cercana. Ancelotti entra en la ciudad y de las murallas penden, esqueletos admonitorios, todos los entrenadores de Florentino Pérez. 
Otra ventaja de que volviera Valdano sería que terminaría de cerrarse el bucle, después de la digresión mourinhista. Con Valdano de nuevo en la portavocía, un aficionado del Real Madrid que despertara ahora después de permanecer tres años en coma se readaptaría con mucha facilidad porque no notaría el menor cambio en el club. Otra vez las promesas de fichajes galácticos para sacar adelante unas elecciones o un mal ciclo. Otra vez un Real Madrid que, antes que librar peleas internas para evolucionar, prefiere reconocerse en anacrónicos tópicos identitarios. Como de aristocracia venida a menos, la que vale más por los retratos de los antepasados que por el futuro, en cuya carrera el RMCF se arriesga a ser atropellado por el dinamismo de los Borussias con más audacias que remilgos y con una hinchada más viva. 
Con todo, percibo en el madridismo un enorme sosiego. Como si hubiera alivio, después de tanta agitación, por regresar a un territorio doméstico, en el que la gente comprende lo que pasa, incluso cuando lo que pasa es mediocre. Creo que ese regreso al aburguesamiento museístico –de museo, aunque también de mus post-chuletón– es lo que trató de anunciar Casillas con la fotografía que se hizo sosteniendo un puñado de pipas (¡qué consagración depipero, el neologismo inventado por Hughes, tan brillante él que en sólo unos meses ya se ha hecho hasta con odiadores propios!). A Casillas, al fin y al cabo estatuario, no le convienen tiempos iconoclastas, de grandes cuestionamientos. 
No me extraña que, en su penitencia personal, haya obtenido la solidaridad del rey, capaz como nadie de comprender las zozobras que afectan a los símbolos, que han de ser inmutables como si los circundara una superstición. Un amigo dice que si haces una ouija, y vas al cuarto de baño, y ahí dices tres veces Diego López, en el espejo aparece un primer plano de Iker Casillas en el banquillo. 
Sí. Antes incluso que a Valdano, hay que restituir a Iker. El que está a punto de despertar de un coma de tres años reconocerá su mundo cuando lo vea en la portería, definitivo como el acueducto según se sale de Cándido.
David Gistau / El Mundo

0 La portada del día 27/05/2013: Time (EEUU)


domingo, 26 de mayo de 2013

0 De ingenuos y fanáticos

Al Parlamento catalán le toca ahora, según el bonito plan de CiU, aprobar una Ley de Consultas, con intenciones bien conocidas que no se molestan en disimular. Por dos razones. Primera, porque se trata justamente de lo contrario: simular. Segunda, porque gozan escarneciendo al PSC: no sólo seréis los tontos útiles del nacionalismo, vienen a decir, sino que además quedaréis en evidencia. Si Pere Navarro juega a ese juego es porque se ha instalado en el socialismo catalán la convicción de que coincidir en algo con el PP es lo peor que podría sucederles. Peor que desaparecer por el desagüe, por lo visto. Ejemplo: a quienes lo fueron todo en el Ayuntamiento de Barcelona les vaticina la demoscopia seis concejales de cuarenta y uno.
Habrá quien crea, pues de todo hay, que el PSC se ha olvidado ya de su reciente descubrimiento (que los independentistas catalanes eran independentistas catalanes) por pura ingenuidad, porque son buenísimos, y de resultas de ello ignoran que la Ley de Consultas que le han calzado es otro trámite del «proceso». Pero ésta es su lógica: contrarios al parto de un nuevo Estado (españolísimos ellos), desean los socialistas «cargarse de razón» preguntándonos cuanto antes a los catalanes si nos queremos marchar.

Lo raro, convendrán conmigo, es la premura. Habiendo tantas cosas por hacer en el plano económico y en el plano de la regeneración, los de Navarro consideran prioritario, al punto de estropear todo su discurso, el ejercicio del «derecho a decidir», para regocijo de la Esquerra y CiU, y con la consiguiente legitimación objetiva del delirante proyecto de levantar fronteras, montarse un Banco Central y, llegado el caso, poner la defensa de Cataluña en manos de Francia, como contempla el señor Oriol Junqueras. Aunque Artur Mas haya perdido el sentido común y el del ridículo, no le sucede lo mismo a una parte sustancial de la débil sociedad civil, que calla, sí, pero alarmada. Por mucho que lo intente desde el Palacio de la Generalitat, el independentismo sigue sin ocupar la famosa centralidad catalana. Además, su diario de referencia ha dejado de mostrar entusiasmo. Lo que en este momento desean quienes ocupan la verdadera centralidad de Cataluña es reconducir todo el lío hacia el que fue objetivo central de la legislatura anterior: el pacto fiscal.
Con la nueva ley podrán someterse a votación asuntos ajenos a la competencia de la Generalitat. Pero no pasa nada, arguyen, porque el resultado de las consultas (de la consulta, en realidad) carecerá de fuerza vinculante. Cuando tal afirman sugieren lo contrario. Yo casi los veo guiñando el ojo — por sí hubiera un socialista cerca y se traumatizara—, juntando las puntas del índice y el pulgar e imprimiendo rápidos giros a la muñeca, levantando las cejas y hasta moviendo las orejas. Espasmos que significan: la fuerza del resultado de la consulta será moral. Y total. Están convencidos de ganar su referéndum, demostrando que su conexión con la realidad es mejorable.

El cándido Navarro y sus angelicales adláteres se llevarían un disgusto si llegaran a entender que, con su apoyo parlamentario, dan alas a semejante operación trucada. Hablen bajito, no les despierten. Comprendo que es fácil perderse en el enredo de los soberanistas, por mucha hojarruta que faciliten los liantes. Laberíntica, retorcida, la excursión mental separatista tiene de Kafka el título de El proceso. También está La metamorfosis: la de un señor gris, tirando a apolítico, que despertó una mañana convertido en Simón Bolívar, pero sin épica ni uniforme. Sé que le gustan las analogías; propongo otra: un vendedor enloquecido, como Robert De Niro en «Fanático».

Juan Carlos Girauta
ABC

0 Fuera matones de nuestro Twitter (y II)

Esa es la razón de que la necesidad de reglas no puede tomarse por censura. Comprendo que la libertad de las redes no puede quedar estrangulada por restricciones, comprendo que las restricciones pueden resultar peligrosas puesto que peligrosa es su valoración: ¿Qué es crítica legítima y qué es difamación? Pero la gestión de las reglas no es una restricción, es funcional para el medio, para su supervivencia, para los intereses que los usuarios continuarán o no nutriendo. Por eso creo que Enrico Mentana se equivoca cuando dice que o estás dentro o fuera y que no hay que banear. Pero banear es decidir dar una impronta al espacio propio: es ejercer un derecho propio.
La educación en la web, mejor dicho, la educación para la web, todavía está naciendo. La elección de utilizar un lenguaje en vez de otro es fundamental. Cada contexto tiene su lenguaje y el de las redes sociales, por directo que sea no es en absoluto coloquial. Se nutre de la ficción de hablar confidencialmente a cuatro amigos, pero en realidad todo lo que se dice se multiplica inmediatamente hasta el infinito, y resulta ser por tanto el más público de los discursos. No se trata de ser hipócritas o políticamente correctos, sino de comprender que utilizar un lenguaje disciplinado, no agresivo, es construir un modo de estar en el mundo. Los lingüistas Edward Sapir y Benjamin Whorf han teorizado la relatividad lingüística según la cual las formas del lenguaje modifican, permean, plasman las formas del pensamiento. El modo en que hablo, las cosas que digo, y sobre todo cómo las digo, las palabras que utilizo, harán del mundo en el que vivo uno idéntico al que está conectado a mis palabras. Si utilizo (no si conozco, sino simplemente si utilizo) 100 palabras, mi mundo se reducirá a esas 100 palabras. Nosotros somos lo que decimos. Por tanto el lenguaje soez, el insulto o la agresividad no construyen una sociedad más sincera sino una sociedad peor. Seguramente, más violenta. Los comentarios biliosos de los usuarios de Facebook y Twitter solo aportan bilis y veneno a las vidas de quien los escribe y de quien los lee. Por desgracia, esta entropía del lenguaje está contagiando a la comunicación política, siempre en busca de la gran simplificación, de la cháchara divertida y ligera, de la ocurrencia resolutoria. Con frecuencia palabras liberadas sin mediar reflexión, continuas meteduras de pata a las que es preciso poner remedio. La verdad es que si repites en público las sandeces dichas en privado no es que seas sincero y los demás hipócritas, eres sencillamente maleducado y, en muchos casos, irresponsable.

No es libertad —ni mucho menos libertad de expresión— insultar. Es difamación. Algunos intérpretes talmúdicos, parangonan la calumnia con el homicidio. Y si pienso en Enzo Tortora (periodista y presentador víctima de graves calumnias) no creo que se equivocaran mucho. La democracia es responsabilidad y estoy convencido de que las reglas y la marginalización —no la represión— de la violencia y de la trivialidad salvarán la comunicación en las redes sociales. El que quiera usar la red social solo para hacer matonismo mediático podrá abrir su fight clubpersonal, sin nutrirse —como un parásito— de la fama de los demás.
Roberto Saviano / El País

0 La portada del día 26/05/2013: Sueddeutsche Zeitung (Alemania)


sábado, 25 de mayo de 2013

0 Fuera matones de nuestro Twitter (I)

Ha nacido un nuevo derecho. El derecho a las redes sociales. El derecho de poder tener una cuenta, de poder publicar, de leer y de comentar. En países como China, Cuba, Corea del Norte e Irán, el acceso a las redes sociales está restringido o es incluso negado. A menudo puede tener lugar solo de forma clandestina. Los regímenes represores de las primaveras árabes prohibían las redes sociales, las cuales se convirtieron en vectores de las informaciones que sustentaban las protestas y en símbolos de un renacer democrático.
Pero todo derecho tiene sus reglas. Y nadie debiera sentirse fuera de lugar al ejercerlo, nadie debiera verse obligado a hacer un slalom entre insultos y difamaciones. Y, sin embargo, eso es lo que sucede cada vez con mayor frecuencia. El periodista y presentador italiano Enrico Mentana anuncia que se quiere ir de Twitter por los muchos insultos recibidos. Utiliza la metáfora del bar. Si el bar que sueles frecuentar empieza a ser un lugar de encuentro de personas que no te gustan ¿qué haces, te quedas o cambias de bar? Davide Valentini, un joven documentalista, hace una reflexión interesante. En su opinión, Twitter provoca el efecto Gialappa’s Band(trío de comentaristas radiofónicos italianos). Muchos comentarios pretenden llamar la atención de sus propios seguidores sobre lo que se considera estúpido más que interesante, lo cual se hace con palabras cargadas de sarcasmo. El efecto deseado, y obtenido, es el de hacer que esos seguidores se sientan inteligentes mientras disfrutan de un contenido considerado de bajo nivel. ¿Cuántos hay que no han visto nunca Gran Hermano pero que adoraban Nunca digas ‘Gran Hermano’,el programa en el que Gialappa’s Band lo satirizaba?
En Twitter hay un esfuerzo por dar con la ocurrencia brillante, que a menudo es feroz. O el tuit es cínico o se da por descartado. Lo que no es cruel, desencantado, se convierte en blanco del desprecio colectivo. Lo políticamente incorrecto dicta su ley, la aberración se considera de culto, cada provocación es cool porque rompe los esquemas. Una lógica neocínica parece llevar las de ganar.
Pero se trata de una degeneración del medio, ya que Twitter nace para comunicar: es una plataforma que pone en conexión a cualquiera con cualquiera. Todo está abierto. Puedes seguir a quien quieras, puedes leer lo que escribe Obama, Lady Gaga o tu colega, el de la mesa de al lado en la oficina. Es la capacidad de poder asistir en tiempo real a lo que sucede diariamente y de comprender los puntos de vista de los otros, de compartir sus conocimientos. Retuiteas si encuentras interesante una noticia y crees que vale la pena proporcionársela a tu comunidad. Creas tus topics, y puedes hacerlo quienquiera que seas. Luego puede pasarte que te retuitee alguien que tiene centenares de miles de seguidores y tu pensamiento comienza a viajar.
Pero también puede suceder que en una plaza atestada, si estás falto de contenidos o se carece de capacidad de síntesis, se grite para hacerse oír. Cuando el pensamiento se simplifica, a veces solo hay lugar para la expresión radical o la ocurrencia extrema. La seriedad es banal, razonar está descartado. Por tanto, a insultar. El que te insulta en Facebook no es capaz de hacer lo mismo, sin embargo, cuando te tiene delante en persona, porque no tiene el valor de ponerle cara a un desahogo personal que se alimenta de lugares comunes y de leyendas urbanas. He leído que si un post presenta cierto número de comentarios negativos, el que lo lea se verá influenciado por esos comentarios. Las críticas son siempre bienvenidas, los insultos no.

Depende de nosotros darles o no derecho de ciudadanía. Facebook y Twitter permiten poder eliminar el insulto baneándolo, es decir, dejándolo fuera. Ello forma parte de las reglas del juego. No creo que sea correcto excluir al que hace un razonamiento diverso del propuesto; el que critica con lenguaje respetuoso siempre supone un recurso. Pero es justo banear a quien utiliza sus comentarios para hacer propaganda, a quien repite siempre el mismo concepto hasta el punto del acoso, a quien —por ejemplo— dice guardar una botella de champán que abrirá el día de mi muerte, a quien dice haberme visto a bordo de un Twingo rojo o de un Panda verde en Caivano o en Maddaloni, sobreentendiendo con ello que no vivo bajo protección. A los extremistas de la red que objetan —“pero eso es censura”—, respondo que quien quiera puede abrirse una página en la que insultarme. Y es que en realidad el insultador quiere vivir de la luz reflejada por el insultado. Sin embargo, es sencillo comprender cómo no hay nada más dañino que el insulto: nada garantiza más seguridad al poder si todo el lenguaje de la crítica se reduce al habla soez, a la tempestad de mierda de los mensajes sin contenido relevante.
Roberto Saviano / El País

0 La portada del día 25/05/2013: El Mundo (España)


viernes, 24 de mayo de 2013

0 "Retrocesora"

Militaba en el feminismo fundamentalista, y al espejo retrovisor de su coche le decía «luna retrovisora» para que fuese hembra. En su casa todo era femenino. El cuarto de baño, la «sala de la bañera», un horrible quinqué heredado de su madre, la «lámpara antigua», y su padre, cuya fotografía presidía «la sala grande» –el salón–, en un marco de plata –urna plateada–, lo llamaba «la causa de mi dicha». Es decir que era hija de su madre y de la causa de su dicha. El jabón era «la pastilla espumosa» y al portero de su casa, que respondía para toda la humanidad al nombre de Manolo, ella se dirigía con el apodo de «la cancela». –Buenos días, cancela–, y el pobre Manolo, siempre discreto, que musitaba una respuesta que más o menos podría traducirse de esta guisa: «Buenos días, hijaputa».
Para mí, que aquella insufrible mujer tiene que ser familiar del culto militante de las Juventudes Socialistas de Zamora que han criticado mediante un tuit la Lomce, la «ley Wert», que será próximamente aprobada por el Congreso a pesar del disgusto que ha generado en socialistas, comunistas, nacionalistas y Rosa Díez, que es las tres cosas a la vez. En su mensaje, el redactor ilustrado comete dos monumentales faltas de ortografía, pero su más bello resbalón es la acuñación de una nueva palabra, «retrocesora», no exenta de belleza. El tuit contra la nueva Ley de Educación –ortografía incluida–, dice así: «Por desgracia @jiwert va "ha" hacer oídos sordos a la comunidad educativa "aprovando" una ley inviable y "retrocesora". No a la LOMCE». Las Juventudes Socialistas de Zamora ya saben que, entre sus militantes, hay un burro o una mula que los representa divinamente. Confunde el verbo «haber» con una preposición y «aprueva» insultando a la letra «b» con ilimitado sadismo. Pero, insisto, el punto culminante del inteligente mensaje es la nueva voz, «retrocesora». Para mí que ha querido decir que con la ley propuesta por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, la instrucción intelectual en España va a experimentar un retroceso. Es su opinión. El autor o autora del texto es probable que sea lo segundo. El retroceso se le antoja excesivamente machista, y ha considerado oportuno vestirlo de feminidad. En verdad, sutil y hermoso como un crepúsculo anaranjado o atardecida naranja, para no caer en el insufrible machismo liberal.
Tengo para mí que esta nueva ley acierta en muchos aspectos –todo es susceptible de diálogos y acuerdos–, y prueba de ello es la reacción que ha provocado entre los simpáticos amantes del analfabetismo. También entre los nacionalistas, que no toleran lo que ellos llaman «la imposición del castellano». Ha reconocido Wert, que fuera de España resulta muy complicado explicar a sus colegas que en determinadas provincias españolas es tan difícil como espinoso que un niño español quiera estudiar en su lengua común, que por otra parte, es un idioma –el español o castellano–, que hablan más de cuatrocientos millones de personas en el mundo. Es decir, que además de ser un instrumento de cultura y comunicación, es una inversión para el futuro más que apreciable.
Soraya, la enfadada, ha anunciado que de aprobarse la Lomce, el PSOE la recurrirá ante el Tribunal Constitucional. Libre es de llevarlo a cabo. Pero le recomiendo que repasen una o dos veces el texto del recurso, porque si los veteranos socialistas escriben como sus jóvenes, a más de un magistrado, al leerlo, le puede dar un síncope. De estupor, de vergüenza o de risa.
Alfonso Ussía / La Razón

0 Entrevista de El Contragolpe a Paco González












Ir a la imprescindible web de El Contragolpe

0 Gente y aparte: Jaquetones de los ochenta por Javier Barquín (ABC, 11 de abril de 1987)

Jaquetones * de los ochenta

Jaquetón visto por Mariano de Cavia
El auge de la Fiesta Nacional no puede desmentirlo nadie: ni ganaderos, ni matadores, ni espontáneos ni monosabios. Dos ejemplos, dos polos opuestos –tan opuestos como Joselito y Belmonte-, que revelan la vitalidad del Arte Supremo con esclarecedoras luces.

Fernandito, el torero punk ovetense. Siempre quiso ser torero, pero se tuvo que conformar con el liderazgo de un conjunto punk. Actuó de telonero con Ramoncín, y gustaba de adornarse con toda clase de imperdibles y objetos punzantes que no dudaba en incrustar en sus carnes toreras. Aunque nunca nadie lo había visto torear, una gran peña de aficionados se fue congregando en torno a su mitológica figura, y al cabo de varios años de gloria tabernaria un mecenas accedió a adquirir cinco toros para Fernandito.

La corrida fue memorable. Con un revólver del 38 corto, vestido de luces, haciendo la rana, de espaldas y a cinco metros del toril, Fernandito despachó a cinco astados, tiñendo de blanco las cabelleras de la afición, que envejeció aquella tarde asturiana lo que no había envejecido en toda su vida anterior.

Paco Machado (que, por cierto, toma hoy la alternativa en la plaza de Aranjuez) podría ser el contrapunto. Universitario, ilustrado, ortodoxo, exacto, veintiún años de edad, matador de extraordinaria precisión, traje diseñado por Antonio Lenguas dentro de los moldes más puramente clásicos. Pacho Machado supone la renovación einsteniana de la Fiesta por la vía de la vuelta a os orígenes de la única metafísica que un español es capaz de comprender: el serio y sublime juego –que no trampa- de un hombre con la inteligencia y las luces suficientes para ponerse delante de un toro.

Javier Barquín


*Jaquetón, paradigma de la bravura, fue lidiado en Madrid en la tercera corrida de abono de 1887

Para saber más de Jaquetón click

0 La portada del día 24/05/2013: El País (España)


jueves, 23 de mayo de 2013

0 Football Factory 22/05/2013


Para descargar el programa Click aquí

0 Ex-consejero del Betis multado con 4.500 euros por llamar "nazi y loca" a la juez Alaya

El juzgado de lo penal número quince de Sevilla ha condenado a Luis Oliver, exconsejero deportivo del Real Betis Balompié, por insultar y llamar nazi y loca a la juez Mercedes Alaya que, que instruye la causa sobre el club verdiblanco. En una sentencia que acaba de hacerse pública, el juzgado condena a Oliver a la pena de seis meses de multa con cuota diaria de 25 euros por un delito de injurias contra la titular del juzgado de instrucción número seis de Sevilla, lo que supone que Oliver tendrá que pagar unos 4.500 euros.

Leer la noticia completa en Al final de la Palmera

Sobre los nazis en España

"En España se le acaba de llamar nazi a su intelectual más arriesgado y brillante, Arcadi Espada. Ese insulto tiene cierta categoría. Antes tenían que llamarte facha para ser alguien, ahora ha crecido la exigencia. Pronto nos llamarán a todos mourinhistas".

Manuel Jabois

0 La portada del día 23/05/2013: The guardian (UK)


miércoles, 22 de mayo de 2013

0 El regreso de Aznar

Los informativos de A3 tienen un corredor de entrada lleno de espejos y luces agresivas que confiere una impresión sideral. Como Aznar conserva una pátina de autoridad, y a su alrededor se arremolina mucha gente, parece el comandante de la nave entrando en el puente de mando para repeler un ataque, no de Darth Vader, pero sí del grupo Prisa. Aunque veteranos como Matías Prats no se inmuten, hay cierta tensión antes de la entrevista, una expectativa de algo. Mónica Carrillo revolotea tirando fotos, las entrevistadoras se niegan a ser besadas para no arruinar el maquillaje.
Además de un dolor español de profundidades casi noventayochistas, Aznar trae una ira personal que lo atenaza hasta en el lenguaje corporal, que no se relajará hasta que las primeras preguntas lo permitan aliviarse. Hace un alegato tajante en defensa de su honorabilidad, anuncia que hasta por vivir en Moncloa tributó a Hacienda. Al referirse Gloria Lomana a la noticia de que Correa pagó la iluminación de la boda de su hija, Aznar descarga una de las andanadas más contundentes que uno recuerda de un estadista contra un medio de comunicación. Las cuentas pendientes vienen de antaño, puesto que Aznar evoca "una animadversión, un odio" que se remonta a antes de que ganara sus primeras elecciones generales, y por los que el grupo Prisa intentó incluso, dice, impedirle gobernar. Luego, al tiempo que banaliza el pago de Correa por tratarse del regalo de boda de alguien que no estaba imputado en nada, sigue largando golpes contra Prisa, un grupo "casi en bancarrota", que da lecciones morales a pesar de haber vendido Cuatro a un hombre, Berlusconi, que sí estaba procesado. Remata diciendo que sólo espera que a Prisa le quede dinero para pagar las querellas con las que va a responder a lo que considera una persecución personal.
El resto abarca la política general. Y, aunque las menciones a la crisis de la Corona sean de aliño, generalidades políticamente correctas, la valoración de la gestión del Gobierno hace a Rajoy una avería tal, que desde hoy habrá que considerar a Aznar el jefe de la oposición. De hecho, prácticamente entró en campaña, cuando hizo el diagnóstico de una clase media ahogada por el yugo fiscal y a la que el Gobierno no habría sabido estimular con la creación de una idea de misión colectiva comparable a la que vertebró la Transición. Cuando, a diferencia de ahora, todo parecía nacer, en lugar de extinguirse. Aznar no sólo recordó que él creó cinco millones de puestos de trabajo, sino que quiso dar un empellón a Montoro al señalar la paradoja de que algunos políticos que estuvieron con él ahora, habiendo invertido sus principios para permanecer en la bancada azul, reniegan del aznarismo económico.
La frase final dejó abierta una incertidumbre, la del regreso a lo Cincinato, si es que la ciudad necesita ser salvada, que agitará a partir de ahora el escenario político y se abatirá como una presión añadida sobre Rajoy.
David Gistau / El Mundo
 

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